jueves, 30 de abril de 2009

A Conchi Vera Piñero


Una gran mujer por dentro y por fuera

Hay muchas gentes en la vida que suelen pasar desapercibidas totalmente, conozco algunas de ellas a las cuales les tengo gran estima y aprecio y entre ellas se encuentra mi buena amiga Conchi Vera Piñero. Desde toda mi vida la he tratado aunque desde unos años acá mucho más, se puede decir que somos vecinas ya que vive en la carretera desde que se casó y su paso para cualquier parte ha sido por mis calles y siempre he coincidido en verla, alegrándome mucho de su bondadosa y grata presencia.
Ella es unos cuatro años mayor que yo, así que no moceamos juntas ni jugamos en la niñez por la diferencia de edad. Nuestra amistad, como digo, fue creciendo poco a poco, con el tiempo, si hijo Sebastián al que aprecio un montón, era muy amigo de mi hijo Nica en la niñez, eran nobles los dos y dicharacheros por eso unían muy bien. Conchi a sido siempre una gran mujer digna de alabanza, trabajadora al máximo, anegada, sufridora, sin pedir nada a cambio, conformista con todas las cosas que el destino le fue trayendo y sencilla como ninguna Religiosa y colaboradora con la iglesia hasta la saciedad ¿Qué más se puede pedir? Me encanta con el sosiego, juicio y tranquilidad que te habla de cualquier cosa y si al mismo tiempo te puede servir en algo así lo hace. Conchi nació en el seno de una familia buena y trabajadora, su padre Juan ramón “El Cristiano” que alguna vez lo he nombrado en mis escritos, amigo de mi padre y compañero de trincheras en la guerra civil, se simpatizaban muchísimo los dos y apreciaban, Anica, su madre, callada, de su casa y muy primorosa. Fueron tres hermanos, Pepita, Blas y ella, a los trece años de edad empezó a sufrir con la pérdida de su hermosa hermana Pepita, la cual moriría con poco más de veinte años. Esto la marcaría para siempre, era demasiado niña para esas cosas tan duras. Poco a poco se fue convirtiendo en una preciosa muchacha, alta y bien plantá, morena desclarecida, haciéndose novia del no menos hermoso Andrés picón, nieto de Calixto “el Zartomero” e hijo de Encarna, la cual fue cuidada con mucho cariño y esmero por su nuera hasta el final de sus días. Lo hizo mejor que una hija de sangre. Andrés, no sé cómo le vino su enamoramiento hacia ella, lo que sé es que le sacaría una canción, con música de paco el “Pichilla” el Vals del emperador, y ahí le transmitía sus sentimientos románticos. Ella quedó prendada y lo aceptó. Tuvieron dos hijos pero el destino otra vez volvió a jugar con ella, arrebatándoselo para siempre. Estuvieron casados poco más de veinte años, Ella jamás va a olvidarlo, fue el hombre de su vida…Ha cuidado a sus padres con afán y respeto hasta que murieron enfermos y por edad, ella ha sido una luchadora incansable y jamás se quejó, todo lo hizo con inmenso cariño y paciencia para todos los suyos. ¿Se merece un agasajo? Creo que se lo tiene bien ganado, pero también pienso que las cosas que se hacen que salen del corazón, con eso sólo basta, todo lo demás es vano. Quizás cuando mi amiga Conchi lea esto se quedará asombrada ¡Es tan modesta y natural! Querida amiga, tal como lo he sentido lo he puesto y aún me queda carta ¡Eres la mujer más auténtica que he conocido! Te saluda con muchísimo afecto tu amiga Conchita del Matachino.

Mereces un monumento
por tu fuerza y tu valor
y por tu abnegado amor
siempre y a cada momento
con alegría o sentimiento
pero con el corazón,
que es tu más preciado don.
Por tu lucha inacabada
a tu familia apreciada
¡eres grande Concepción!

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