jueves, 30 de abril de 2009

El Cuartel muere de viejo


El Cuartel muere de viejo

Hoy a mediados del mayo florido y hermoso… Decidí a llegar hasta el final de la lonja. Nada más al terminar el trayecto me senté un poco a descansar sobre unas jarcias de nuestros pescadores. A la misma vez me recreaba con la belleza tantas veces contemplada por una y otra vez… pero jamás cansada, siempre descubres algo que antes no lo habías captado y eso y muchas cosas más te hacen feliz, o por lo menos lo intentas.
De regreso para mi casa, al pasar por la puerta del destartalado cuartel, sentí pena como de tantas cosas que están desapareciendo poco a poco, dicen desde hace ya bastante tiempo que van hacer uno nuevo pero ¿Dónde? ¿Cuándo? Quizás en el culo del mundo pero por lo menos que sea bonito y cómodo para poder vivir decentemente nuestro cuerpo de la Guardia Civil que tanta falta nos hace su ayuda algunas veces. Hoy no iba a ser menos, como tantas veces que no saliera a relucir mi endiablada niñez ¿Cómo recordar lo felices que éramos las chiquillas cuando al salir de la escuela nos marchábamos al cuartel de carabineros, como decían los viejos, a jugar hasta la hora de comer? Nuestra escuela de Doña Inés estaba al lado, así que todas las chiquillas que venían nos hacíamos amigas seguidamente y aquello, para nosotras, era muy divertido, entrábamos y salíamos como Juan por su viña, corríamos los pabellones, patio grande en medio para todas las viviendas y jugábamos en la terraza de fuera, teniendo cuidado de no formar algarabía, a esas horas del medio día siempre se olía a buenos potajes que las cuarteleras madres, como les decíamos, preparaban para sus familiares. La señora Concha y su esposo Evaristo, guardia raso el, en sus ratos libres, arreglaba zapatos para ayudarse un poco para terminar el mes económicamente, era delgado y poca cosa, calvo pero en su cara se dibujaba inteligencia… tenían tres hijas, Conchita, Angelita, que era nuestra amiga, y la otra no recuerdo el nombre. Ella era todo lo contrario del marido, fornida, morena de ojos grandes y pelo rizado y con una cara bondadosa, nos recibía muy bien cuando íbamos a su pabellón, era muy laboriosa, aunque por aquellos tiempos de la escasez, había que serlo…
Por esta casa cuartel, enfrente del mar, inaugurado en 1912, han pasado miles de guardias con sus familias de toda España en aquellos tiempos nos infundían mucho respeto, como el maestro, el doctor, el sacerdote y muchas cosas más ¡los tiempos cambian! Ahora no se respeta nada… sigamos nuestro camino que nos a tocado andar y procuremos hacer el daño menos posible a la sociedad que nos rodea, que el que lo haga ¡allá el con su conciencia! Volviendo a mis amigas del cuartel de hace lo menos casi 60 años ¿Qué será de ellas? Todo se ha pasado en un soplo ¿Cómo puede ser la vida tan corta? Al final no nos da tiempo para nada, solo para morir ¡es el final!

Cuantos recuerdos me vienen
A mi cabeza perdida
Cuantas épocas vividas
Que cada persona tienen
Y cuantas cosas se mueren
Para nosotros queridas
Algunas dejan herida
Que nunca se curaran
Aprendamos a luchar
Pero el alma nunca olvida

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