jueves, 23 de abril de 2009

Cosas que siempre se recordaran


Cosas que siempre se recordaran


En este hermoso medio día del nueve de diciembre, me decido en mi trayectoria andarina diaria, llegar hasta El Mojón. Como siempre, la nostalgia me invade, aprisionando mi corazón… muchas casas de El Alamillo desaparecidas para siempre y sus estupendos moradores. Sigo y sigo ¿Por qué no llegar hasta la casa de mis hermanos? Eso es todo un reto, dado a como las fuerzas nos abandonan a nuestra suerte por el correr de los años. Hecho mucho de menos mi querida "Casa Colorá" aunque no fuese mía, sus pinos gigantes y eucaliptos de su puerta, siempre subía hasta allí, estuvo desabitada muchos años. Me sentaba en cualquier cosa, quedándome relajada y con la vista a nuestro hermoso mar…
Cuando descansaba, no sin antes coger alguna florecilla silvestre por el camino de la rambla, volvía poco a poco para mi casa. Casi siempre decía, hoy llegaré hasta la casa colorá… ¿y ahora que digo?, llegare hasta el enjambre de cemento…
Antes de llegar a la Playa Negra, han hecho nuevas carreteras para la gigantesca urbanización que nos acecha con mucha rapidez. Tengo que reconocer que ahora cuesta menos el llegar con esas larguisimas baldosas adosadas al asfalto ¿Qué pasa con las flores silvestres y los matorrales? ¿Quedaron aprisionados bajo el alquitrán o "galipote"?, de pronto y subiendo una cuestecilla, a la terminación de la playa ¡Oh! ¿son margaritas? No me lo podía creer, ellas estaban allí, en silencio y tranquilas, verdes y amarillas, rebosantes de salud, la verdad, me dio felicidad, yo que todos los años he corrido por todos mis lares a buscarlas para adornar mi sencillo hogar… apenas quedan ya, así que dar de pronto con esto nos parece increíble… dejé mi mochila y la verdad con un poco de miedo por si cualquier persona, ama de aquel trozo de tierra me diese una reprimenda… cojí un precioso ramo ¡el primero de este año, estaban tan frondosas que me apenaba el cortarlas…
Subí, queriendo encontrar el sitio de mis hermanos y no lo podía encontrar, de pronto me dije ¡allí están las dos palmeras! Las que había en la puerta de la casa de al lado. Hacia mucho tiempo que no subía hasta allí y la verdad ¡me caló hondo! En lugar de la casa, han colocado un parque para los pequeños ¡menos mal que puedo sentarme a descansar en estos nuevos bancos! No son las sillas de anea donde me sentaba, ni las mecedoras de lona listadas, cuando iba a visitarlos. Precisamente donde me encontraba, era en el mismo sitio de aquel confortable salón comedor con sus libros, enseres antiguos y fuego, casi siempre encendido en la chimenea…
Nuestra simbólica "Venta Navarro", tampoco se ve, pero si vemos una especie de faro en medio de la rotonda enfrente de la venta. Regreso para mi hogar, triste y desconcertada, como siempre, por el jodido progreso ¿hasta donde llegaremos? ¿nos quedará algún palmo de tierra virgen para pisar nuestros cansadísimos y torpes pies? Entre tanto, cuando llegaba hasta el barco roto, había un matrimonio marroquí con sus hijos pequeños, me detuve y les di una margarita a cada uno y ellos, llenos de dulzura y educación, me dieron las gracias. Este ha sido mi paseo de hoy. Dentro de unos días tenemos otra Navidad, ya no nos hace ilusión, todo es ficticio, todo está de sobra, pero no obstante tendremos que seguir con las tradiciones y vivir esos momentos lo mejor posible con familiares y amigos.

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