viernes, 24 de abril de 2009

Mes de mayo




Mes de mayo

Me marché poco a poco en este mediodía de primeros de este hermoso y florido mes de mayo. Llegue caminando hasta las casas del puente, como siempre le hemos dicho.
Subí la escalinata de la parte de atrás de las casas, lenta, porque me cansaba. Aquella terraza, enfrente del Cabezo de La Isla, o como la larga temporada se le dijo. (La isla de Paco) es enorme grandisima. El día era entre nublado y más bien fresco ¡era una gozada el estar allí! El cielo, el mar y yo...
Precisamente había más sillas abandonadas y me vino perfecto para descansar. Enseguida vino a mi memoria aquella hermosa mujer murciana, como lo fue, Conchita Escribano, célebre en el Puerto, por buena persona era con agrado y educación. Venía los veranos de aquellos tiempos con sus familiares, yo la recuerdo con su padre, hombre buen mozo como ella lo era...
Niña, yo entonces, me parece verla con sus faldas de cretona floreadas, jazmines al pelo y alpargatas acintadas a la pierna, todo eso era muy de moda en aquellos tiempos...
En........ que la cuidó María “La Quiquina”, Conchita, ciega de muchos años, iba a verla muchas veces, al mismo tiempo de mis andaduras y me recibía ¡divinamente! Me decía ¿cuándo vas a volver... todo se va terminando en nuestra vida ¡desaparecemos y como si no hubiésemos existido...
En estos pensamientos y recreándome en la inmensidad del mar y del cielo, de pronto se cruza una blanca gaviota, merodeando por donde estaba yo, viniéndome al pensamiento, mi hijo, recientemente fallecido y pensé ¡hijo! ¿Te has liberado de las amargas ligaduras que la vida te mando?
¿Te sientes al igual que una gaviota? ¿Estas feliz a donde quiera que te encuentres?
Pienso que si, tu te lo merecías...
Me quedé extasiada mirando tanta belleza y me pareció que aquella preciosa gavita era muy feliz en el azul lejano y a la vez fue a cruzar por mi cabeza, como si me mandara un cordial saludo con sus albinas alas. Quise pensar que era mi hijo convertido en ella. Después se perdió sabe Dios donde... todo esto me hizo feliz y me sentí relajada, me hizo bien que es lo que ahora necesito. Baje la cuestecilla y coji una flor de geranio para la fotografía de mi hijo. Me desprendí de Conchita Escribano y de todas estas inevitables vivencias dándole gracias de nuestro Dios Celestial por regalarme todavía a la memoria en mi vieja cabeza y gozar con las cosas, unas tristes y otras alegres, pero, en suma, me hacen muy feliz.

Con el azul de la mar
En la hermosa primavera
Con la brisa marinera
Con ele cielo más allá
El recuerdo viene y va
Llenándote el alma entera
Como lejana quimera
¡Quisiera por subirla
Nuestros cielos de añil!
Y darte lo que me queda

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